Fotografia de J.L. Romero |
(Toledo, 281215)
Esos
versos
que de noche me agobian
que de noche me agobian
y
no escribo y cuando amanece
me
duelen y me sangran.
Pero
tú estás aquí, a mi lado
y
tu dolor me duele
y
me sangra más que esos versos
que
en la noche nacen
y
que no escribo
y
que entre tus ojos se deshacen.
el
brillo de los tiempos de las risas,
de
los hilos de agua pura
brotando
entre piedras y fosos
corriendo
por nuestros pies
como
por la piel la brisa,
caldeadas
brisa y agua
por
esos espectaculares rayos
de
sol brillando en tu rostro.
Los
ojos de la descomunal sonrisa.
Aquella
sonrisa que abría las calles
y
la gente se volvía,
que
auguraba buenas razones
para
que el mundo fuera mundo
y
sirviera de algo en el día tras día.
Esa
sonrisa necesaria para avanzar
para
no rendirse, seguro,
para
pillar luz en esta noche
de
nubarrones oscuros
y
viento que nos maneja con su azar.
Esos
versos que de noche
sudan
en mi almohada
y
que se mueren o me matan
cuando
llega el momento
de
esa tozuda verdad
que
nos muestra la alborada.
Esos
ojos que me hunden
en
el silencio del fracasado intento
de
soñar que el poema
podría
hablar de otras cosas
de
victorias y magníficas miradas,
de
sonrisas y proyectos,
en
lugar del vacío
la
no sonrisa, el no sueño
el
no futuro, la nada.
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